jueves, 29 de marzo de 2012

Compartiendo LECTURAS: Socorro


La CARRETERA: Moli


VELILLA DE LA PEÑA: mi pueblo. Alejandra



Mi pueblo es bonito, sobre todo de Mayo a Julio.
150 metros antes de la carretera general está Velilla de la Peña, muy soleado, limpio y arreglado. A la izquierda una pradera, la cuesta llena de escoba, cuando florece está muy bonito.
Arriba está el monte, todo verde, es de roble. Luego la sierra con un roble-pino y distintos arbustos y una carretera de piedra de mármol.
Subimos a la solana, desde allí se van praderas donde pastan vacas y caballos todo el año.
Peña Blanca, con enebros, té y manzanilla. Mirando hacia abajo, cereal, como trigo y cebada.
Todo esto rodea nuestro pueblo que está precioso, sobre todo en estos meses que señalo arriba.
Y la era, donde todo el pueblo hacíamos el verano, se traía la mies, se trillaba y todo lo que conlleva. También hay una granja con cabras, ovejas, patos, gallinas, cerdos y un pony, toda ella con sus correspondientes árboles.

Mi ARMÓNICA: Satur


MI PAISAJE FAVORITO. Teidorina



Ciudad de PETRA. Esperanza




PAISAJE ESPECIAL para mí. Mª Jesús


LA CASA de mis PADRES. Casilda




"Nostalgia de Juventud". Abilio

Allá por los años 65, yo me encontraba en los frailes.
Después de pasar todo el año estudiando llegaba el verano y con ello mis 15 días de vacaciones.
Venía a ver a mis padres.
En cuanto llegaba a Pino y veía las hermosas chimeneas del Horno de Carburo de ERT, me ponía muy nostálgico, al ver que llegaba a mi pueblo a ver a mis padres y amigos.

SANTUARIO de la VIRGEN de la VELILLA. Teresa

Para mí, el Santuario de la Virgen de la Velilla es algo especial; es de nuestra zona y cuando le conocí de niña aquello me pareció lo más grande y bonito.
Allí me confirmaron siendo pequeña.
Cuando éramos jovencitas íbamos a las fiestas que se hacían allí y lo pasábamos muy bien.
Ahora, de mayor, cuando vamos a visitar, siento un especial cariño de aquel lugar, y de la Virgen, que siempre nos ha protegido.

VILLAVERDE DE LA PEÑA. Pepi

Os contaré como eran mis vacaciones de 52 al 55.
Mis padres eran labradores y ganaderos.
estaban 12 o 15 días con el ganado por la peña; el monte bajo era solo para el ganado vacuno.
Tocaba el pastor el cuerno a las 5 o 6 de la mañana; en aquellos tiempos en el verano nos ponían la hora loca.
Se reunían en la plaza de allí a la peña para llegar antes de que calentase el sol, ya sabéis, no caminaban con el calor.
Nos dirigimos hacía el Nito, allí había unas praderas que se arriaban. Estaban allí 4 o 5 horas sesteando.
Os explicaré el paisaje, para mi impresionante ver los valles, los riachuelos con sus veinte pueblos: empezaba Velilla, Tarilonte, Villableto, Barafores, ...pueblos menudo, alguno no alcanzaba a divisarse. Se juntaba el horizonte con la tierra, ¡qué majestuosidad!, tenía que haber una mano poderosa que lo hubiera hecho.
Por allí había una cueva granjera, me dedicaba a buscar piedras grandes para traerlas, que bajando daban vueltas hasta llegar a las profundidades de la tierra.
Otro día íbamos entre las dos ferias, llegábamos a la vez del Brezo cuando sesteaban las ovejas nos entreteníamos.
Me acuerdo que nos juntamos dos chavales y yo, Julio Moreno que iba con su rebaño y dos becerros; el mayor ató la cuerda al otro y bajo a una ortiguera y se deslizó rápido. 'Qué fatigas para subirlo de la cuerda! Llegó como vino el mejor helado del mundo sin sabores, venía para San Juan, que alegría.
Otro día Herrera, se juntaban los tres con los becerros los viernes: Villafría, Villaverde y Velilla. Sé que lo pasabamos bien, no se de que hablábamos pero era una anécdota aunque se nos pasaban las ovejas de un rebaño a otro.
No había telefonía móvil pero a otro día nos juntábamos a separar las reses, no se conocían y no hacían mas que valar.
Recuerdo un día que sed tenía, había

CUANDO LAS BRUJAS BAILABAN EN CANSOLES (Mª Lilian Espadas Antón)


Al ilustre escritor don Julio Caro Baroja, especialista en brujería y efectos paranormales, no le sorprendió en absoluto cuando le conté que la noble Villa de Guardo arrastraba desde los albores de la Edad Media una tradición de Brujas profundamente arraigada. No solo en Guardo, si no también en las cercanas comarcas leonesas y santanderinas.
De todos era bien conocido que las brujas vivían en las Cuevas de Erro,- arroyuelo que separa Guardo y la Espina, siendo también el límite entre Palencia y León-  y que en las noches de luna llena celebraban sus bailes enloquecidos en los Campos de Cansoles de Guardo, muy cercanos a las Cuevas y al arroyuelo del Erro.
Estos campos, eran paso obligado para los feriantes de ganado, artesanos y buhoneros que llevaban sus mercancías a los cercanos mercados de León.
Por esto, más de un arriero aseguraba despavorido haberlas visto bailar.
Así pasaban los años, con las brujas bien presentes, hasta tal punto que, si en una familia una niña salía “resabida”, se decía con toda naturalidad “ésta es más bruja que más que bailan en Cansoles”.
Pero sucedió algo que se extendió rápidamente, dando lugar a una leyenda que yo resucito para mis amables lectores.
Tal vez hayan pasado más de 300 años, cuando nuestro querido Monte Corcos era un vergel, lleno de frondosos y valiosos robles, salpicado de hermosas camperas con verdes y abundantes pastos que los ganaderos aprovechaban para su cabaña, adornado y perfumado por espinos blancos, escoba amarilla, además de manzanos y cerezos silvestres, y coronado por preciosos acebos, donde se cobijaba el faisán, que en los amaneceres daba la serenata a su amada, donde las abundantes ardillas jugaban de rama en rama, donde los jabalíes paseaban a sus rayones buscando la sabrosa bellota, donde, en las noches de otoño, se oía el imponente berrido del venado juntando a su harén y el lobo, de lejos, aullaba.
Era, en fin, cuando nuestro querido Monte Corcos no tenía horadadas sus entrañas, ni rota y arrugada su piel.
En aquel entonces, Guardo se acurrucaba alrededor de su Castillo, en el soleado Barrio de las Ollas –hoy Barrio de la Fuente- llamado así porque allí residían expertos artesanos del barro que fabricaban toda clase de vasijas que luego cubrían con bellos baños verdes y bermejos, tal vez heredados de sus antepasados árabes.
La agricultura era escasa, por esto los artesanos ayudaban su economía con un pequeño rebaño de cabras y ovejas, ya que los pastos eran abundantes.
Y fue precisamente que en una familia de estos artesanos vivía con sus padres una hermosa zagala, joven y alegre, a quién encomendaron el cuidado de su pequeño rebaño.
La niña obedecía gustosa, y todas las mañanas, ayudada por su noble mastín leonés, conducía su rebaño a los verdes pastos. Por la tarde, siempre contenta, regresaba y guardaba su rebaño en el aprisco.
Por aquellos días, en el pueblo se hablaba insistentemente de las Brujas.  Varios vecinos aseguraban haberlas visto recogiendo hierbas con las que preparaban sus brebajes, pues corría la segunda quincena de Julio, que era cuando las hierbas estaban en sazón.  Los pastores que dormían en el corral de la cabaña cercano a Cansoles aseguraban oír por las noches horribles algarabías y gritos.
Así que los padres de la joven pastorcilla la repetían una y otra vez -“Prudencia”.
La niña oía con respeto las advertencias de sus padres, pensando que eso de las brujas era un cuento.
La mañana de aquel dieciséis de Julio amaneció brillante y perfumada, un poco fresca, pero el brillante sol anunciaba que iba a calentar con fuerza.
Así que la zagala llamó a su noble mastín para que la ayudara a sacar su rebaño. Cruzó el Barrio de las Ollas y se dirigió al puente de piedra, para llevar su rebaño a los pastos de la Serna. Allí, el río Carrión formaba un recodo tranquilo en el que ella se bañó, lavó su ropa y peinó sus hermosas trenzas. Además, los pastos eran verdes y abundantes y los frondosos robles aseguraban fresca sombra a su rebaño. Hasta allí llegaba el suave perfume de la jara y las rosas silvestres.
No había nada extraño, pues su mastín la habría advertido. Todo estaba tranquilo.
Miró su zurrón y comió como de costumbre lo que su madre la había preparado. Se levantó para observar a su rebaño que había subido un poco más arriba para buscar la sombra de los robustos robles, pues el calor apretaba.
Recogió sus cosas y se decidió a seguir a su rebaño. Su mastín la esperaba y juntos subieron hasta la fuente de la Albariza, donde bebió de su fresca agua. El fuerte olor a sauco y manzanilla la envolvieron en un dulce sopor y poco a poco se quedó dormida.
No supo el tiempo que pasó hasta que la despertó una infernal legión de brujas que, con horribles gritos, la arrastraban hasta los cercanos Campos de Cansoles, donde la desnudaron para ofrecérsela como sabroso bocado a su macabro señor, un horrible macho cabrío con ojos de fuego que presidía aquel nefasto aquelarre.
La infeliz zagala, apunto del desmayo, sacó fuerzas como pudo y clamó:
–“Santísima Virgen, Sálvame”.
Oyó un trueno espantoso, seguido de un brillante rayo en cuyo lomo viajaba una hermosísima Señora que, sonriendo, la ofreció un manto para que cubriera su desnudez. La niña tendió sus brazos, pero no supo más, dulcemente se desmayó.
Todo el pueblo de Guardo se movilizó para buscar a la chica. Nadie dudó que se trataba de las Brujas y se dirigieron a los Campos de Cansoles, donde la encontraron rodeada de su rebaño. Su fiel mastín la protegía. Estaba viva, desnuda pero cubierta por un fastuoso manto marrón. Todos los campos estaban quemados y un fuerte olor a chamusquina lo invadía todo.

Pero de las Brujas, ni rastro.
Cuando la niña les pudo narrar lo sucedido nadie dudó que la Virgen del Carmen la había salvado.
Marcaron con piedras el lugar donde hallaron a la zagala y construyeron en él una ermita donde, hasta nuestro días, Guardo y su comarca venera todos los dieciséis de Julio a la Santísima Virgen del Carmen y a su Divino hijo el Santísimo Cristo del Amparo.
El ilustre escritor don Julio Caro Baroja tuvo la amabilidad de contestarme. Me aclaró que, cuando la Inquisición pegaba fuerte en Galicia, las Brujas buscaron la protección de estos alejados bosques, donde abundaban toda clase de hierbas medicinales que ellas manejaban con destreza para preparar sus bebedizas.

martes, 13 de marzo de 2012

JUNTO AL RÍO CAMINO DE SAN MIGUEL

Tiene tanto encanto el entorno de Guardo, que es muy fácil disfrutar de su belleza, mi paseo favorito, mi vista favorita es  junto al río, camino de San Miguel.
Inicio mi andadura  bordeando el parque, zona urbana, y ya admirando lejanas montañas con distintas tonalidades, a veces con manto blanco, espectaculares; otras con sombrías nubes amenazantes, que presagian tormentas; resplandecientes, cuando el sol las ilumina; envueltas en neblina o densa niebla.
SIEMPRE DISTINTAS, DISTANTES, AMIGAS.
Pasando el puente, ya en tu soledad te complace observar las plantas, cambiantes en cada estación, al llegar la primavera es como si salieran de un profundo sueño para abrirse a la vida, verdes y tiernas hojas, bellas, olorosas y multicolores flores: de rosal silvestre, zarzamora, espino blanco; además de chopos, salgueras , robles y otras  tímidas y sencillas creciendo entre la hierba.
El otoño da sus frutos y siempre el río de aguas puras, limpias, cristalinas, frías, yo diría que casi gélidas hasta en verano, recorre su camino limpiando las piedrecillas de su lecho, con su monótono cantar, como si supiera que lo suyo es caminar para dar el agua de vida o otros campos, con sencillez, sin altanería.
.En un momento se divisa EL ESPIGÜETE, el roce del viento  es como una caricia o como un chorro frío que tonifica, siempre agradable; hay días fríos pero nunca ásperos y todo el conjunto te hace recordar que estamos en Guardo BOCA AD ARDUUM “la entrada a las alturas” y ellas .las montañas siguen allí, majestuosas, impresionantes, seguras, bellas, altivas, dando abrigo a un pueblo fuerte que siguiendo su ejemplo sabe acoger a toda la gente con generosidad y cariño.
ISABEL DE LA TORRE CEA